“Aquí aprendo cosas que no son para niños de mi edad, pero a mí me pone feliz”: el centro para niños superdotados más grande de América Latina
El Centro de Atención al Talento de México atiende a cientos de los conocidos como “niños genio” para que puedan desarrollar todo su potencial. Así son sus clases y los desafíos a los que se enfrentan.

Una lección sobre el desarrollo de la inteligencia y los cambios en el cerebro que dieron lugar al lenguaje verbal no parece la materia más habitual para alumnos de 7 años.
Pero en esta escuela se enseña sobre este y muchos otros temas que mantienen estimulados a los niños, quienes levantan la mano sin parar para formular perspicaces preguntas y opinar sobre lo que expone su profesora que, pacientemente, va respondiendo uno a uno.
En el llamado Centro de Atención al Talento (CEDAT), localizado en Ciudad de México, todos sus alumnos tienen un denominador común: ser superdotados. O dicho de otra manera, según la explicación oficial, que cuentan con un coeficiente intelectual superior a 130 puntos.
Aquí, junto a las clases más avanzadas de ciencias, historia o idiomas, los alumnos reciben de maestros superdotados o especialistas otras materias como robótica o conocimientos sobre medicina y primeros auxilios.
Pero igualmente llamativo es ver que los niños están reunidos en las clases no por su edad (que oscilan entre 2,5 y 17 años), sino por su capacidad y desarrollo intelectual.
Esto se debe a que cada uno progresa a su ritmo, pero en promedio, estos alumnos aprenden entre un 30% y 50% más rápido que un niño promedio. Esto les permite que en un solo curso escolar pueden aprobar dos grados… o incluso más.
Aburridos en las otras escuelas
La llegada de los alumnos superdotados a este centro, cuyos responsables lo definen como el más grande de su tipo en América Latina, no siempre es sencillo.
Primero, porque muchas veces resultan difíciles de localizar. A algunos comportamientos frecuentes en estos niños -se distraen en la escuela tradicional porque están aburridos, se muestran hiperactivos…- se responde a veces con diagnósticos equivocados como trastorno por déficit de atención e incluso con fuertes medicaciones como antipsicóticos o antidepresivos.

Para hacerse una idea, se calcula que en torno a un 3% de la población es superdotada, lo que entre los menores de edad de México equivaldría a un millón de niños y adolescentes. Sin embargo, según el CEDAT, en el país no están identificados más de 11.500.
Pero una vez detectados, su llegada a un centro como este con una enseñanza especializada cambia su vida por completo, especialmente al rodearse de personas con sus mismas capacidades con los que conviven sin miedo al rechazo.
“Mi otra escuela era fácil. A mí me gustaba la astronomía pero no me platicaba con mis amigos de eso porque me daba pena. Yo así tan joven… era como ser un ‘miniprofesor'”, cuenta Alexis Martínez, alumno del CEDAT de 7 años.
“En cambio, aquí aprendo cosas que no son para niños de mi edad, que otros se quedarían como… ‘¿qué es esto?’. Pero a mí me pone feliz ver estas cosas”, agrega.

Su compañera Mikella Gamborino asiente. “Las otras escuelas eran bien fáciles. Yo me siento aquí, hablo y digo ‘ay, ya estoy con los míos’. Sí siento diferencia, me siento mejor y me comunico mejor”.
Escuchar a Alexis y Mikella es casi hipnotizante. Una vez pasada la vergüenza inicial, muestran su locuacidad y agudeza mental hablando casi sin parar. Se interrumpen, se complementan, y saltan de un tema a otro sin darse cuenta, con enormes sonrisas contagiosas.
Él nos explica con todo lujo de detalles los entresijos y curiosidades de la tabla periódica de elementos, y nos cuenta qué le gustaría estudiar más sobre el síndrome de Edwards (“una trisomía en el cromosoma 18”, explica) para ayudar a quienes ocasiona retrasos graves en el desarrollo. Ella nos sorprende presentándose en chino mandarín, uno de los varios idiomas que estudia.

Estereotipo de “ratón de biblioteca”
Pero entre tantos temas que dejan en evidencia su mayor nivel intelectual, también hablan de otros que hacen recordar que siguen siendo niños de 7 años.
Conversan sobre anime japonés (“son caricaturas japonesas, como el Chavo del 8 aquí”, aclara Alexis) y de chistes que leyeron en un libro. Ambos se emocionan cuando les permiten entrar entre gritos y alboroto a un pequeño supermercado donde se les enseña sobre ahorro y economía doméstica, y Mikella no puede aguantar la risa cuando trata de manejar con más o menos éxito un pequeño robot por control remoto.


Precisamente romper estereotipos sobre los superdotados y subrayar que continúan siendo niños es uno de los objetivos del CEDAT.
“Cuando se habla de niños genio aún pensamos en el típico nerd o ratón de biblioteca desadaptado o estático. Pero este es un prototipo que no suelen cumplir. Tampoco son tradicionalmente los niños que sacan dieces en la escuela, muchas veces porque ya no les interesa”, explica Andrew Almazán, docente en el CEDAT e hijo de los directores del centro que fue fundado en 2010.
Él sabe bien de lo que habla porque detectaron que era superdotado con 4 años, cuando ya sabía leer y escribir. Recuerda cuánto se aburría en las clases, que era hiperactivo y que le gustaba mucho moverse, lo que le llevó a sufrir bullying y también le implicaba problemas de conducta y autoridad con los profesores.

“A veces yo encontraba un error y los cuestionaba. Les decía que eso no estaba bien, que no era exacto. Y después tuve que aprender que no se cuestiona cuando uno tiene 5 años, que a un profesor no le gusta que le digan que está mal”, recuerda divertido.
Acabó abandonando la escuela tradicional a los 9 años y ahí empezó una trayectoria académica de infarto. A los 12 empezó a estudiar Psicología y Medicina en la universidad. A sus dos licenciaturas le siguieron seis maestrías y dos doctorados en centros tan prestigiosos como Harvard en Estados Unidos o Oxford en Reino Unido.
Hoy, con solo 28 años y recién casado, continúa estudiando y realizando investigaciones sobre los menores superdotados en México desde el CEDAT.
Este centro no recibe ningún apoyo económico público sino que se financia de manera totalmente privada gracias a los pagos de matrícula y cuotas de los familiares de alumnos, quienes siempre deben tener un coeficiente mínimo de 130 para ser admitidos.
No obstante, en el centro aseguran que los honorarios se pueden personalizar a las capacidades económicas más bajas de las familias con otras modalidades, como una enseñanza de menos horas diaria o asesorías mensuales para aquellos que viven fuera de Ciudad de México.