Historias del Cosmos: la historia del mes más corto del año
La razón por la que febrero tiene menos días que otros meses está conectada con la astronomía.
Todo tiene su final, y si no que le pregunten al dúo que conformaron Willy Colón y Héctor Lavoe, cuya famosa canción se convirtió en un himno de la salsa, y quienes se separaron musicalmente poco después de este gran éxito musical.
Pero hoy quiero hablar del final del mes. Se acaba febrero, que entre sus particularidades tiene la de ser el único mes con un número de días que varía entre 28 y 29, dependiendo de si estamos en un año bisiesto, en cuyo caso su duración es la máxima. Además, febrero es el mes más joven del calendario, es decir, el que se introdujo más recientemente. La razón por la que febrero tiene menos días que los otros meses del año está conectada con la astronomía y la medida del tiempo.
Los primeros calendarios utilizados por la humanidad se basaron en la observación del Sol y la Luna. Los antiguos egipcios, por ejemplo, utilizaban un calendario que tenía 12 meses de 30 días cada uno, más cinco días adicionales al final del año. Este calendario se basaba también en el periodo de inundación anual del río Nilo.
Los romanos, por su parte, medían el tiempo de acuerdo con el calendario de Romulus, nombre que hacía honor al fundador de la ciudad de Roma, y que contaba un año de 10 meses (de marzo a diciembre) de 31 días cada uno. El año tenía tan solo 304 días porque incluía exclusivamente el período de tiempo en el cual se desarrollaban las labores agrícolas, ya que durante los actuales meses de enero y febrero el inclemente invierno no permitía trabajar la tierra, por lo que pensaban que no valía la pena tener en cuenta tal período.
Este calendario perduró hasta el año 700 a. C., momento en el que deciden comenzar a registrar el periodo faltante, para lo cual usan inicialmente las fases lunares como referencia, obteniendo así un año de 355 días repartidos en 12 meses. Allí incluyen por primera vez a Ianuarius, en honor al dios Jano, y Februarius, en referencia al ritual Februa de la purificación, que se celebraba por esas fechas. Los meses quedaron entonces así: Martius (31 días), Aprilis (29 días), Maius (31 días), Junius (29 días), Quintilis (31 días), sextilis (29 días), sep-tembris (29 días), octobris (31 días), novembris (29 días), decembris (29 días), Januarius (29 días) y Februarius (28 días).
Después vendrían múltiples retoques en el calendario, en gran medida a conveniencia de los gobernantes de turno, hasta que hacia el año 45 de nuestra era Julio César viene a poner un poco de orden y adopta el calendario egipcio de 12 meses, con un total de 365 días y 6 horas de duración del año.
En el denominado calendario juliano, se reparten entonces los diez nuevos días entre los meses, comenzando por el primer mes del año (marzo), con lo cual se redondearon meses a 30 y 31 días. Febrero, al ser el último mes, no alcanzó a recibir parte de la tajada y mantuvo sus 28 días, excepto cada 4 años cuando las 6 horas acumuladas por año le permitían tener 29 días. Se establecía el año bisiesto.
Seguía existiendo, sin embargo, un pequeño desajuste, debido a que en realidad el año tiene 365 días y 6 horas, sino 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,10 segundos.
Finalmente, en el año 1582, el papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, utilizado en la mayoría de los países en la actualidad. Para que el ajuste surtiera efecto, se quitó el error acumulado, que era de 10 días, y del 4 de octubre de ese año se pasó al 15 de octubre.
Fue en ese momento cuando también se estableció que enero sería el primer mes del año, y que los años bisiestos no ocurrirían en años divisibles por 100, siempre y cuando no fueran también divisibles por 400.
A disfrutar del último día del que fuera un mes de relleno, pero que tiene una nutrida historia detrás.